Una de las mejores cosas que rescato de las palabras de Nietzsche es su indirecta formulación de que Dios claramente existió: era la única forma de morirse. O sea que Nietzsche responde que Dios para él existía; para muchos de nosotros existe.

Quisiera tomar los minutos que tengo para tocar este tema y abordar dos aspectos importantes, pero no lo quiero tocar desde el punto de vista de la fe. A veces la fe parece el refugio del débil, por lo menos desde la bicicleta argumental, porque si yo creo y uno cree es como intocable. No quiero usar la fe, aunque esté cargada de ella.

Quiero empezar, a partir del resto de las exposiciones y hay algunos puntos de lo que Pablo dijo que quiero hablar y disiento de muchos de los que dijo Darío –como ya es tradicional entre nosotros-, si bien habíamos quedado que no polemizábamos mucho, alguna pequeña aclaración nada más.

Primero lo que quiero decir es que es un error mezclar la temática de la existencia o la no existencia de Dios con la institución religiosa. Una cosa es que yo pueda entrar y discutir si Dios existe o no existe –y vamos a ver qué decimos respecto de esto- y otra cosa es de qué manera abordamos la institución religiosa, llámese la Sinagoga, la Iglesia, la Parroquia o la Mezquita; y de qué manera esa institución religiosa aborda la lectura de los textos llamados textos sagrados o que devinieron en textos sagrados desde un origen mítico o revelado y que fueron adoptados después como parte de la lectura de determinada concepción espiritual o religiosa –digo espiritual porque la palabra religiosa es una palabra muy problemática como en otros contextos ya lo hemos visto-.

Dos palabras con respecto al tema de Dios. El tratar de afirmar si Dios existe o no existe a partir de una comprobación empírica es una contradicción en sí misma. ¿Por qué? Si trato de resolver el teorema con el absurdo y hago una tesis y digo “Dios es todopoderoso. Dios trasciende la capacidad humana de comprensión. Dios es omnipotente” y yo busco probarlo, es como si yo gráficamente quisiera pedir que un segmento pudiera contener a una recta. Si el hombre empieza, vive y muere, y si Dios es eterno, aunque sea como hipótesis –que después veré si la compruebo o no-, el hecho de que el segmento no pueda contener a la recta, el hecho de que el hombre en calidad de hombre no pueda comprender ni entender toda realidad divina, no significa que Dios no exista, significa que Dios no es comprobable, o sea, no es una entidad que yo puedo terminar de probar. Quedará en cada uno, de acuerdo a su propia experiencia con lo trascendente o con lo real o con lo concreto, de qué manera se vincula con respecto a Dios. Pero con eso a lo sumo lo máximo que podemos llegar a decir es que no es comprobable.

Quiero leer un pequeño texto de Prager respecto de este tema y dice: “¿Es racional la creencia de Dios? ¿Existe Dios? No se puede conocer que Dios existe como se puede conocer que existe una mesa o un gato; sus existencias pueden ser probadas empíricamente pero no la de Dios, porque por definición –desde la hipótesis planteada-, él no posee cualidades físicas. Habíamos dicho que se dice que tiene manos que tiene ojos pero no son cosas concretas ni mensurables. Se puede probar la existencia de lo natural, lo físico, lo finito; Dios sin embargo al no tener estas características no es en sí comprobable. Por lo tanto la cuestión de probar la existencia de Dios no tiene nada que ver con la existencia de Dios, ya que lo único que prueba es la imposibilidad de probar la existencia de quien queremos evaluar si existe o no”. Y este es un círculo vicioso. Por otra parte, tampoco puede ser refutada la existencia de Dios. Los intentos por probar o refutar la existencia de algo que nunca se ha ofrecido para ser demostrado son, por decirlo brevemente, una pérdida de tiempo. Tratar de comprobar la existencia de Dios es en sí una contradicción, por las características que tiene la hipótesis de su propia existencia.

Ahora, ¿qué pasa cuando el hombre se va a referir a Dios?

Según la Kabbalah cuando Dios va a ingresar al mundo para poder revelarse, Dios se achica, se vuelve pequeño y permite que parte de él ingrese al mundo para que se pueda producir la experiencia espiritual, según el pensamiento cabalístico, no estoy diciendo que sea el mío todavía. O sea que Dios, en su entidad de ser Todopoderoso puede realizar un montón de cosas sin necesidad de perder su característica trascendental y su ser divino en el caso que la hipótesis original sea verdad.

Me pareció muy interesante la cita que trae Pablo, respecto del capítulo 3 del libro de Éxodo cuando dice “Soy el que soy”, cuando en realidad el hebreo original dice “eihe asher eihe” que puede ser traducido “seré el que seré” o “estaré cuando estaré”; “estaré” pero siempre en futuro o sea que la propia afirmación del texto bíblico habla de una trascendencia que estará todo el tiempo. Esto desde el propio texto, cuando el propio texto –y ahora sí entramos en la institución religiosa- también es motivo de interpretación. El juego interpretativo del texto bíblico poco tiene que ver con la existencia o la no existencia de Dios, como dijimos al principio. La forma en que uno refiere al texto bíblico es de qué manera uno interpreta el texto con el cual adhiere o ancla su espiritualidad, para poder llevar adelante una vida religiosa, una vida de observancia o un desarrollo espiritual de su propio ser. Ejemplos: hay una postura clásica en el pensamiento judío, que está representada en la Modernidad por Norman Lamm, que es un representante del judaísmo clásico. Para el judaísmo clásico, según Norman Lamm que por supuesto es la tradición talmúdica eterna, hay un texto que es el texto que entregó Dios al pueblo de Israel a partir de Moisés, en un acto revelatorio; y entregó dos textos, la torá escrita y la torá oral. Esto es una postura, lo que el texto dice es exactamente lo que Dios entregó en el monte de Sinai.

Ahora, sería un reduccionismo pensar que esta postura es la única postura que caracteriza la experiencia religiosa por ejemplo en los últimos mil años de la tradición judía. Hay otras posturas religiosas que no por ser diferentes son menos religiosas y que afirman fuertemente la postura de Dios y se debate fuertemente sobre cuál es el vínculo que tiene ese texto con el Dios en el cual ellos están creyendo, más allá de que sean entidades diferentes. Tomemos un ejemplo; Isaac Kaplanescribió un libro fantástico en 1928, se llama Judaism as a civilization. Kaplan dice lo siguiente, no hay revelación, no hay texto revelado. Para Kaplan ese texto tiene como valor, simplemente para el pueblo judío, que es nuestro texto; ¿por qué es importante?, porque es mi texto. Este hombre, ¿es el hombre más bueno del mundo? No. Tal vez sí, tal vez no. ¿Es el más sabio?, tal vez sí, tal vez no. Pero es mi papá, es el mío. El texto es mí texto. Es el texto desde el cual yo voy a debatirme, con el que me voy a pelear, con el que me voy a amigar, con el que me voy a entrenar y con el que voy a crecer. Ese es el valor del texto. “Dios –dice Kaplan, gran rabino, miembro del movimiento conservador de los últimos 80 años- se revela, pero no se revela como dice el tradicionalismo clásico en el monte de Sinai, Dios se revela en la naturaleza”. Es una especie de panteísmo, de retorno al spinozismo de otra época. Dios se revela en la naturaleza. ¡Ah!, pero entonces se revela. Y agrega Kaplan “Dios se revela, pero el hombre descubre”. Dios revela lo que el hombre descubre y entonces la experiencia del encuentro es el descubrimiento, es el descubrimiento de lo que existe en el mundo. Una cosa es inventar y otra es descubrir; el descubrir la maravilla de lo que existe en el propio mundo y el descubrir las maravillas del mundo plantean un diseño que presupone un creador. Entonces, de pronto tenemos que el texto pasa a un segundo plano y en primer plano aparece la naturaleza como elemento formulado desde la existencia de Dios.

Quisiera leer un texto rápidamente. Milton Steinberg, The anatomy of faith, (La anatomía de la fe) dice así: “El creyente en Dios debe explicar una cosa, la existencia del sufrimiento. A los que creemos en Dios se nos sacude el alma. Hay respuestas, pero es un problema. El no creyente sin embargo debe explicar la existencia de todo lo demás”. El argumento ofrecido con más frecuencia contra la existencia de Dios es la existencia del mal en el mundo: si Dios existe, nos preguntan y nos preguntamos, cómo explicamos la existencia de tanto mal. Esta es por cierto una pregunta difícil y bastante perturbadora y vamos a abarcarla, pero simplemente opongamos esta pregunta a la otra al no creyente: si no hay Dios, cómo se explica la presencia de todo lo que es bueno en el mundo. Porque si voy a decir que Dios está vinculado con el mal, por qué se lo voy a quitar a todo lo que tiene que ver con el bien. Si Dios es creador de todo, de acuerdo a la postura más clásica inclusive –que no es la que yo adhiero-, Dios es creador del bien y del mal y en definitiva es la dinámica de la creación en la cual nosotros estamos involucrados; donde además la muerte es parte de lo mismo. Agrega en el punto, respecto de la investigación, al decir “aún si el mal fuera un misterio total sobre el que la teología apenas pudiera hacer mella, la fe en Dios todavía estaría indicada, porque en el peor de los casos, deja menos sin explicar su alternativa. Es decir, si el creyente tiene sus problemas con el mal, el ateo tiene que lidiar con más graves dificultades, la realidad también lo golpea, dejándolo frustrado, por no tener consideración sino por muchas, desde la existencia de la ley natural, pasando por la astucia del exento hasta el cerebro del genio y el corazón del noble”.

Kessel, un tercer sabio, toma otra postura. Dice: el texto bíblico no cuenta la revelación tal cual como fue; el texto bíblico es en sí mismo un midrash, es en sí mismo una gran alegoría. ¿Una alegoría de qué? ¿Cómo se encontró Dios con los hombres? No tenemos ni idea, no tenemos forma de acceder a esa información; pero el texto bíblico lo que está planteando es el testimonio humano de la búsqueda por lo divino. Kessel escribe un libro, Dios en busca de un hombre. El hombre en busca de Dios es el testimonio humano de la búsqueda de lo divino, y el hombre narra cómo es esa búsqueda respecto a Dios y cuando narra esta búsqueda en ese midrash que llamamos bíblico, lo explica de maneras totalmente diferentes; a lo mejor hay elementos míticos, con elementos interiores distintos, con elementos interiores creativos, muchos elementos por ejemplo, que nada tienen que ver con el pensamiento griego y esto es importante. El pensamiento griego accede a la experiencia interpretativa judía mucho tiempo después de la narrativa del texto bíblico e inclusive, los primeros juegos interpretativos del texto bíblico nada tuvieron que ver con el pensamiento griego; el pensamiento griego entra de lleno al juego interpretativo de la mano de Maimónides. Hay una explicación que trae Neil Gillman, cuando escribe sobre este tema, que justamente diferencia los textos bíblicos del pensamiento platónico. Él dice así: vieron que la Torá muchas veces dice que Dios le dio al hombre el Shabat, lo bendijo para el Shabat, le bendijo los hijos, que se yo, dice “bendijo un mes del año como el comienzo de los meses” –en el caso de Nisán como el principio de los meses-, en fin. Hay un filósofo judío que se llama Will Herberg que denominó, “el escándalo de la particularidad en la religión bíblica”, y escribe Neil Gillman y dice así: “precisamente es un escándalo, porque estamos intuitivamente entrenados para observar al mundo en forma platónica; como oposición a las representaciones bíblicas, Platón y la mayoría de los filósofos que lo sucedieron, afirmaba que sólo aquello que es atemporal, inmutable, eterno, universal y abstracto, es real. Llamó a estas realidades eternas, ideas, formas o universales y les asignó cierto tipo de veracidad en otro mundo, más allá de los sentidos, únicamente accesible a través de la razón”.

Las metáforas, son metáforas generadas por el hombre para poder entender su propia búsqueda de Dios; sería un error utilizar esas metáforas como elemento evaluatorio para ver si Dios existe o no existe, ya que en definitiva, la experiencia religiosa, es una experiencia que nos sirve a nosotros para poder vincularnos con ese Dios; es la forma que mi padre, es la forma que mi Torá, es la forma que mi tradición, es la forma en que aprendí a poder buscar esa trascendencia espiritual que la fe de Israel –en el caso particular mío-, me estuvo dando, independientemente de las disquisiciones existenciales que podamos hacer respecto de Dios.

Es importante por otro lado plantear, quiero traer la idea de una persona que seguramente ustedes conocen, muchos habrán leído Cuando las cosas malas le pasan a la gente buenaWhen bad things happens to good people, escrito por Harold Kushner, un hombre cuyo hijo se enfermó muy joven y murió, y él escribió un libro y es un rabino muy importante, muy reconocido. Él en su libro plantea una tesis: él se vio en el dilema de sostener la omnipotencia de Dios como hacedor de todas las cosas o la moralidad de Dios. Y él decide –yo me acuerdo que no podía creer lo que me estaba diciendo, no solamente lo leí sino que tuve la posibilidad de escucharlo personalmente-, dice que para él, lo que es Dios por sobre todas las cosas, es la moralidad, es moral. Entonces la pregunta, ¿si es moral por qué permite determinadas cosas? Más allá de que hay respuestas respecto de eso, él dice: hay cosas que Dios no puede controlar y si Dios no las puede controlar entonces Dios no es omnipotente. Entonces, no importa cuál es su idea, lo que a mí me parece rescatable es que desde la postura tradicional, desde la experiencia de la creencia, desde la experiencia del afirmarse a los textos, este hombre es capaz de reformular una postura respecto de Dios, para rescatar aquellos aspectos que le son importantes y son relevantes para él.

Yo creo que –y aquí adhiero un poquito con lo que dijo Pablo-, cuando nosotros caminamos por la vida, todos nosotros tomamos posiciones respecto de cómo posicionarnos con respecto a Dios, inclusive cuando tenemos una tragedia grande, cuando perdemos un ser querido y nos enojamos con Dios, nos enojamos con Dios terriblemente, aún en ese momento, el sentimiento de la presencia de Dios, está. ¿Saben por qué? Porque nadie se enoja con quien no cree que exista; la ausencia de la existencia genera en la alternativa de la persona, indiferencia; el enojo es una de las afirmaciones más importantes e identitarias de la existencia del otro. El enojo contra Dios significa su propia existencia y la creencia en que él está ahí. Básicamente Dios, cuando nosotros caminamos por la vida, tomamos decisiones de qué es lo que hacemos con él; nuestra creencia o no creencia es irrelevante respecto de su existencia y no existencia; los caminos que nosotros elijamos para ver de qué manera nosotros referimos a esos textos son tan variados y tan diversos, tan influenciables e influenciados por disciplinas y metodologías literarias y filosóficas –cada una en su propia generación-, que es imposible llegar a un camino monolítico respecto de esto. Quizás lo que cada uno de nosotros deba hacer o es la opción que tenemos, es andar por la vida y ver cómo nosotros nos confrontamos con lo trascendente y que elijamos nuestros propios caminos para que vivamos en este mundo de la manera más tranquila, más creativa y más bella posible. Ese es el desafío. Si Dios existe y queremos percibirlo, lo vamos a poder percibir; si tenemos dudas sobre su existencia pero sentimos que la vida judía desde su tradicionalidad en cualquiera de sus vertientes nos llena la vida, está bien. El propio Talmud, quiero que sepan, en el caso de la tradición judía, dice lo siguiente: “prefiero que no me conozcan –traduzco: que no crean en mí- pero que sigan mis caminos, porque si siguen mis caminos tal vez alguna vez, van a llegar a mí”.

Gracias.